La generosidad es un requisito para una vida abundante y feliz

Ofrecer atención o ayuda de forma desinteresada crea una onda expansiva de felicidad. No solo beneficia a los demás, sino que te conecta con tu bondad y te ayuda a superar la desconfianza y el miedo.


Ya lo dice el refrán: manos que no dais, ¿qué esperáis? La sabiduría popular recuerda de ese modo que sin generosidad no es posible disfrutar de una vida amable y abundante. Sin embargo, algunas personas argumentan su falta de solidaridad hacia los más desfavorecidos diciendo que ellas tampoco atraviesan una situación como para tirar cohetes.


En general parece más natural pedir que dar, como si solo una vez que las necesidades básicas están cubiertas (trabajo, ingresos, tiempo libre, felicidad...) fuese posible ofrecer a los demás una parte de lo que sobra. ¿Pero realmente es preciso obtener primero todo lo que uno desea para estar en condiciones de echar una mano a los demás? ¿Y si fuera cierto eso de que sin generosidad no puede experimentarse la auténtica plenitud?


APRENDER A DAR Y A RECIBIR

La oración de Francisco de Asís pone en palabras una sabia aspiración: "Que no busque yo tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar. Porque es dando como se recibe, olvidando como se encuentra, perdonando como se es perdonado...".


En la India, la ley del karma diría que una persona recibe en consonancia con aquello que da. Es decir, que si alguien aduce excusas para no dar algo, es muy probable que los demás le expongan, a su vez, sus propias razones por las que les resulta imposible echarle una mano.


Y al contrario: si ofrecemos una apertura y una disposición para favorecer a quien está junto a nosotros, es fácil que esa entrega retorne como el sonido de un eco. Eligiendo esa vía obtendremos abundantes motivos para sonreír. Día a día, la vida nos sorprenderá con sus dones, ya que todo el bien que ofrecemos tiende a volver a nosotros multiplicado.


LA VIDA TE DEVUELVE LO QUE LE DAS

Gandhi dijo: "Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo". Esa máxima podría aplicarse a todos los aspectos de la vida. Si queremos obtener de los demás riqueza, demos riqueza. Si queremos obtener amabilidad, demos amabilidad. Si queremos obtener amor, demos amor.


En una sociedad donde impera la creencia de que dar sin pedir nada a cambio es absurdo, llevarlo a la práctica puede parecer una tarea de titanes. Pero en realidad resulta tan revolucionario como sencillo. Un primer paso es concebir la vida como un espejo y entender que la imagen que la superficie refleje será la que cada uno ponga delante. ¿Acaso va a devolver el espejo una imagen de alegría, bienestar o generosidad si nos revestimos de tristeza, lamentos o egoísmo?


La actitud de apertura comienza ennuestras relaciones con los más cercanos. Puede ser útil hacerlo guiado por uno de los principios del budismo: "Actuaré en beneficio de los otros seres tanto como me sea posible".


TRABAJAR LA GENEROSIDAD

¿Cuáles son esas actitudes con las que podemos empezar a trabajar la verdadera generosidad? Algunas resultan tan elementales como:


  • Desear el bien de las personas que nos rodean en cada momento, incluso si no las conocemos.
  • Ofrecer ayuda aunque no la pidan en situaciones en las que sabemos que esa pequeña acción puede facilitar la vida al otro, como cuando un amigo parte de viaje y necesita dejar su mascota al cuidado de alguien.
  • Cultivar la amabilidad en situaciones cotidianas con desconocidos, como ceder el turno en el supermercado, pagarle el billete del autobús al pasajero que no lleva suelto o ayudar a un conocido con la mudanza sin necesidad de que nos lo solicite.
  • Purificar las intenciones de nuestras acciones, pues muchas veces no se trata tanto de qué hacer sino de la intención con la que se actúa. Y la prioridad sería en este caso el bien ajeno. Por ejemplo, aceptar de buen talante a un invitado sorpresa en vez de tomarlo como un incordio es un ejemplo que nos recuerda aquello de no hagas a los demás aquello que no quieres para ti.
  • Priorizar la felicidad del otro por encima de la propia, teniendo presente que, como dice el Dalai Lama, "un buen corazón es la raíz y la fuente de un progreso verdadero".


LA GENEROSIDAD NOS HACE MÁS FELICES (A TODOS)

Todo aquello que manifestamos y pensamos genera en cierto modo una onda expansiva a nuestro alrededor que regresa a nosotros como un bumerán, teñida de las mismas vibraciones.


Lo que sembramos hoy rendirá su fruto mañana, de ahí que la solidaridad y la empatía en las relaciones sociales sean imprescindibles si deseamos sentir a diario que nuestra vida es plena y abundante en emociones y sensaciones positivas.


"Aunque parezca irónico –afirma la psicóloga Sonja Lyubomirsky en La ciencia de la felicidad (Ed. Urano) – ser amable y obrar de buen talante, incluso cuando se trata de algo desagradable o uno no espera ni recibe nada a cambio, también puede redundar en beneficio propio; porque ser generoso y estar dispuesto a compartir hace feliz a la gente".


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